sábado, 23 de julio de 2011

Un país mejor

Me gustaría creer que algún dia los políticos dejaran de pensar en su propio beneficio y trabajaran por el bienestar del pueblo. En 1920 Eligio Ayala, uno de los mejores presidentes que tuvo nuestro país escribió en su libro Migraciones lo siguiente:

Para fabricar salchichas se requieren aptitudes especiales; para ser legislador o ministro en el Paraguay el talento y los conocimientos son superfluos. La preparación, el carácter, la honestidad a veces estorban. Valen más ciertas contorciones y genuflexiones del cuerpo que veinte años de estudios, que la decencia y la probidad. Los que ocupan los puestos públicos creen saber todo, se creen aptos para todo, pierden la conciencia de la propia ineptitud. En el Paraguay para brillar con reputaciones falsas basta ser diputado, senador o ministro. Luego, es lógico que la pasión dominante sea la de adquirir esos puestos y conservarlos y que para eso en vez de estudiar, de prepararse y dignificarse, se adule, se intrigue o se implore servilmente. Por esta razón la mayor parte de los que ejercen los elevados cargos políticos son los verdaderos arribistas petulantes. Todas las magistraturas han sido profanadas por la inepcia más franca y por la nulidad más absoluta. Así se ha llenado el Parlamento y los ministerios de aprendices, que se instruyen en almanaques del año pasado y destrozan la actividad económica nacional con sus caóticas y torpes ensayos legislativos. Todo se hace al azar, por tanteo, por instinto como en un acceso de sonambulismo, todo se reforma sin necesidad y nada se reforma de lo que es preciso reformar. En un mar flotante de pasiones y apetitos, sin principios directores, sin sistemas, sin conocimientos, sin brújula, la intervención del Estado en la esfera económica se ha convertido en un oportunismo de detalle, de expediente, al día, que libra la economía nacional al capricho de los intereses particulares pequeños del presente. No se respeta el mérito, no se desprecia el vicio, nadie se indigna sinceramente contra la injusticia, nadie es justo. Los culpables pierden la conciencia de sus faltas, los hombres virtuosos, el pudor, y los partidos su nobleza. Buenos y malos viven en cada partido en una camaradería hipócrita, sin sinceridad, sin confianza recíproca, sin gratitud, sin generosidad. El interés los divide y los une y reconcilia sucesivamente. Los enemigos de ayer conspiran juntos, los amigos de hoy se venderán mañana. En vez de partidos se forman círculos esporádicos y convulsivos de pequeños ambiciosos. Los partidos tradicionales en vez de ser útiles a la patria, utilizan la patria; en vez de servir sanos intereses nacionales en el gobierno, hacen que el gobierno les sirvan a ellos.
En otra parte del material dice:

En el Paraguay no existe todavía ninguna actividad industrial, no existe otra industria que el politicismo: ni grandes fábricas, ni grandes usinas, ni grandes centros urbanos. Y sin embargo la emigración, como incesante hemorragia, debilita, deprime, nuestra incipiente producción económica; nuestra campaña se despuebla y la economía nacional exangüe, languidece y se paraliza.
LAS MIGRACIONES EN EL PARAGUAY
Las emigraciones determinadas por la contracción económica del país, por la falta de capital y de trabajo, por una propaganda perniciosa, son una pérdida de energías productivas.
Las bruscas y caóticas concentraciones de la población, también pueden ser funestas. Si ellas preceden a la organización económica y a la obtención de los medios económicos necesarios para asegurar la cultura y el bienestar físico y moral de los inmígrados, producen la superpoblación relativa que estimula la criminalidad, los vicios, la degeneración social, el deterioro de la población.
Las migraciones han producido este patológico desequilibrio social en el Paraguay. Las emigraciones sustraen energías valiosas de producción, obreros y consumidores, disminuyen la capacidad adquisitiva de nuestro mercado, extenúan las fuerzas productivas, e imposibilitan la iniciación de la actividad industrial. Y una de las más imperiosas y urgentes necesidades económicas del Paraguay, es la intensificación de la producción agraria.
Es difícil estimular cuantitativamente la despoblación rural en el Paraguay. No creemos que nuestra estadística permita reducirla a cifras todavía. Tampoco existen caracteres definidos y estables de la patología social. El progreso, el bienestar social carecen de caracteres externos inequívocos porque ellos son principalmente estados psicológicos, subjetivos. Con todo, cabe afirmar que muchos fenómenos sociales, denuncian que la despoblación de la campaña es un agente poderoso y morboso de un hondo malestar económico.
El número de jornaleros paraguayas en los "obrajes", los yerbales y quebrachales y otros establecimientos industriales en el extranjero, y el bien perceptible enrarecimiento de los obreros en las labores agrícolas demuestran que ella ha adquirido proporciones anómalas.
El desarrollo de nuestra agricultura ha sido entorpecido por la llamada "crisis de la mano de obra".
Los cultivadores agrícolas, los "peones", hartos de profesión tan "baja" y "envilecida", dan manotadas a las puertas de sus pobres hogares y se marchan camino de la ciudad y del extranjero.
Obreros jóvenes, intrépidos, industriosos, valientes, la porción más vigorosa y sana de la población rural, brazos lozanos y robustos, han desertado de nuestras fértiles tierras labrantías y han ido a marchitar en países extraños las mejores esperanzas de nuestra prosperidad económica.
Las migraciones plantean en el Paraguay no solamente un problema económico, sino un grave problema social. Parece llegado el momento de recordar la sentencia de aquel pensador griego: "No es buen pastor aquel que mira mermar su rebaño, ni es buen gobernante aquel que contempla disminuir su pueblo".
El mal ahonda y se propaga en todas direcciones.
Para afrontarlo, combatirlo y vencerlo, no con fórmulas emolientes y retoques parciales, con ensayos legislativos desmadejados, fragmentarios y superficiales, sino con reformas fundamentales y radicales, es preciso investigar sus causas reales, positivas, concretas, locales, acá en el Paraguay. La migración a la ciudad y la emigración al extranjero, tienen una fuente común: ambas son corrientes de la población rural, ambas provienen de la campaña.
El éxodo rural, la despoblación de la campaña, es el fenómeno genérico, fundamental, original.
Para descubrir las causas de este fenómeno, no bastarán las de su origen. Dos categorías de causas mueven las migraciones: unas que empujan, impelen a la población de la campaña, otras que la atraen, la arrancan de ella. Hay causas de impulsión y de atracción, causas eficientes y finales, cabría decir, del éxodo rural.
El motor que impulsa las migraciones puede ser común a todas, las fuerzas, las sugestiones, los alicientes, los prejuicios, que las atraen a las ciudades y al extranjero, pueden ser completamente diferentes.
Otra distinción muy importante conviene tener en cuenta en la investigación de las causas de la emigración.
Dos grupos de emigrantes netamente diferenciados, se destacan en la emigración paraguaya. El uno se compone de los obreros jóvenes, célibes, que se apartan de sus familias y van a ser jornaleros en las explotaciones industriales extranjeras, no lejos de nuestras fronteras.
El otro, de las familias que se desvinculan completamente de la tierra natal para formar en otra extraña un hogar nuevo y permanente. A mi juicio son pocas las familias que han abandonado definitivamente el Paraguay.
La emigración de familias se produce esporádicamente, en largos intervalos de tiempo. Por su escasa magnitud y frecuencia, no pueden haber afectado profundamente nuestro bienestar económico. Su influencia es casi insensible en la economía nacional.
Pero existe, además las migraciones de las familias de un lugar a otro, dentro del territorio nacional. Estas migraciones han entorpecido continua y largamente nuestro desenvolvimiento económico.
Las migraciones de familias y de obreros dentro del país, y las emigraciones de jornaleros, son las que extenúan nuestro vigor económico. Ellas deben ser el objeto directo de nuestra investigación.
En otra parte del libro menciona que los paraguayos no emigran a otros países atraídos por un mayor salario sino porque con los descuentos que se hace al salario este termina siendo ínfimo y a veces se recurre al trueque o al pago fraccionado, entre otras cosas.
No es verdad tampoco que los paraguayos emigran atraídos por el mayor salario.
La superioridad del salario en los establecimientos industriales de los países vecinos es aparente, nominal. Las multas, la defectuosa forma del pago del salario, como el trueque, el pago en especie, los elevados precios de todos los artículos de consumo, reducen el salario nominal, a un salario relativamente insignificante. Por otra parte, no es concebible que por tres o cuatro pesos más, el paraguayo abandone su patria, su hogar, su familia, sus más caras afecciones para peregrinar al través de los desiertos extranjeros, y someterse a los más inhumanos tratamientos, a servicios brutales, a privaciones de las más elementales satisfacciones de la vida. No se conciben tales sacrificios por maravedís más o menos.
Otras fuerzas los mueven, hay otros incentivos, otros factores más poderosos que el salario, "el salario a oro" y a palos de los obreros.
En resolución: rara vez el monto del salario ha ejercido influencia predominante sobre las migraciones. Al contrario, las migaciones han alterado casi siempre el nivel del salario. El salario en vez de ser causa de las migraciones, ha sido efecto de ellas.

En fin...les recomiendo que lean el libro si pueden conseguirlo.

 

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